En el año 2011 vivía en un PH por el barrio de Florida. A decir verdad, era una casa dividida en dos. Nuestra entrada era el garage, el cual a su vez era mi taller. Al fondo había una puerta de chapa que conducía a una escalera angosta y empinada. Subías y te encontrabas con una sala de estar, una cocina y nuestra habitación. Por la cocina salías hacia una terraza que se conectaba a su vez a otra terraza. Tenía una vista muy linda del barrio y podías acceder a los techos de algunos vecinos.


De vez en cuando, en la pequeña terraza de al lado, aparecía el vecino colgando la ropa húmeda.
Había una tercer terraza, medio secreta. En realidad era el techo de la cocina de los vecinos de abajo. Desde ahí se veía el oeste, y los atardeceres eran simplemente de cuento.


La casa que más tenía movimiento era una que quedaba a dos casas hacia el oeste. Por las noches se la veía iluminada por el resplandor de una televisión, y de día se escuchaban voces de mujeres y chicos.
A uno de los vecinos se le rompió la bomba del tanque de agua y cada vez que quería funcionar hacía un ruido terrible. Por suerte la arrgelaron y todo volvió a su normalidad. A Batato, nuestro gato, le encantaba escaparse e ir abajo de ese tanque. Claro, la vuelta siempre era mas complicada.
